En la actualidad no son pocas las empresas que se preocupan por el cuidado del medio natural. Algunas, incluso, dedican parte importante de sus recursos temporales y materiales a la ejecución de proyectos que buscan disminuir daño ambiental dentro y fuera de las organizaciones.
Asunto aparte es lo que se entiende por contaminación. Como sabemos no sólo los residuos de materiales o aquello que se desecha deviene en contaminantes; también lo son las sustancias gaseosas que afectan la calidad del aire, los compuestos tóxicos que se vierten en el agua, las comunicaciones gráficas que saturan la visión y el ruido que compromete la salud auditiva.
En México, el gobierno ha tomado en los últimos años una serie de acciones orientadas, por un lado, a promover la concienciación social en este sentido y, por otra parte, a establecer regulaciones sobre las emisiones sonoras. Dos de ellas son la NOM 081 SEMARNAT, cuyo objetivo es medir los niveles de contaminación acústica producidos por fuentes fijas, definidas como: “Toda instalación establecida en un sólo lugar que tenga como finalidad desarrollar actividades industriales, comerciales, de servicios o actividades que generen o puedan generar emisiones contaminantes a la atmósfera”, de acuerdo con el documento oficial.
La citada norma expone de la siguiente manera la necesidad por la que fue creada: “La emisión de ruido proveniente de las fuentes fijas altera el bienestar del ser humano y el daño que le produce, con motivo de la exposición, depende de la magnitud y del número, por unidad de tiempo, de los desplazamientos temporales del umbral de audición. Por ello, resulta necesario establecer los límites máximos permisibles de emisión de este contaminante.”
En atención a la misma, las mediciones se llevan a cabo periódicamente en las empresas tanto para asegurar el bienestar de los trabajadores, como el de los habitantes de zonas residenciales en áreas circunvecinas.
Otra de las normas emitidas como respuesta a la problemática en cuestión es la NOM-011-STPS-2001, que entró en vigor el 17 de junio de 2002 a propósito de regular las condiciones de seguridad e higiene en centros de trabajo donde se genere ruido.
Para su cumplimiento, esta regulación técnica considera las características, niveles y duración de las emisiones sonoras, así como la manera en que, identificadas tales condiciones, la contaminación acústica puede alterar la salud de los trabajadores. Posteriormente, esta información permite determinar pautas específicas sobre los niveles y tiempos máximos de exposición permisibles, así como lineamientos para la protección de la salud auditiva dentro de las empresas.
Lo anterior es parte de un esfuerzo gubernamental que busca no sólo la comprensión del problema ambiental en toda su amplitud, sino encontrar soluciones eficaces y oportunas desde el ámbito corporativo.