Escrito por: Mariel Hernández Maldonado
Las películas y libros de ciencia ficción siempre han hablado de un futuro en el que humanos y robots convivan en los mismos espacios desempeñando los mismos trabajos, caminando por las mismas calles e incluso participando por los mismos derechos toda vez que el robot habría cobrado una conciencia de vida y se regiría por las tres leyes de la robótica: no hacer daño al ser humano, obedecer las órdenes dadas por los mismos mientras no indiquen lastimar a otro humano y proteger su propia existencia.
Pero ¿es posible que un robot con conciencia propia, con capacidad de aprender y sentir se conforme para siempre estando a la orden de sus creadores? Así como incluso los más fervientes religiosos han llegado a dudar de las capacidades y poderes de su Dios todopoderoso, probablemente llegará el momento en que los robots, ya cobrada la conciencia y con la capacidad de aprender de su entorno constantemente, desarrollen diferentes tipos de personalidad y la rebelión de las máquinas empiece a darse lenta y peligrosamente.
En un laboratorio de Nueva York se llevaron a cabo pruebas en robots construidos por ellos mismos con el objetivo de evaluar las capacidades que pueden llegar a adquirir; tres de ellos fueron puestos a prueba con un examen conocido como “los sabios del Rey” al que sorpresivamente uno de ellos pasó satisfactoriamente la parte de autoconciencia.
Los test de autoconcencia son elementos esenciales en la construcción de robots de este estilo, pues se plantea que por medio de la comprensión de su existencia en el mundo y su papel en la sociedad, puedan asistir al humano en tareas esenciales como cuidar de personas enfermas y resolver problemáticas complejas.
El enigma es el siguiente: un rey está eligiendo un nuevo consejero, por lo que reúne a tres de sus más grandes sabios en un salón, les informa que existen dos sombreros negros y tres blancos; el sabio que consiga adivinar de qué color es su sombrero y el de los demás será el consejero único del rey, pero si uno falla mueren los tres.
A los robots se les había programado para pensar que habían ingerido una píldora que les impedía hablar, pero no se les dijo claramente quién había ingerido la píldora, por lo que no sabían quiénes sí y quiénes no podían hablar. Al hacerles la pregunta de quién había sido silenciado intentaron responder, pero solamente uno de ellos pudo, a lo cual respondió al reconocer su voz “Lo siento, ahora lo se”.
Los robots cada vez están en un plano más avanzado y similar a los seres humanos, ¿serán buenas las consecuencias de crear un ser a nuestra imagen y semejanza más resistente y poderoso que nosotros mismos? Solo el destino nos lo dirá.